miércoles, 22 de noviembre de 2006

Josep María Carandell, en su libro Guía Secreta de Barcelona, cuenta una anécdota de las muchas que, hace unas décadas, rondaban en Barcelona sobre el senyor Fallarons, del que no se puede afirmar su verdadera identidad, pero cuyas peripecias representan el mejor testimonio de la mentalidad de la burguesía catalana. Cito textualmente:

Una noche, al entrar en su palco del Liceo, la señora Fallarons increpó de esta manera a su esposo:
-Fallarons, me he enterado de que tienes querida.
El señor Fallarons (…) no se inmutó, acostumbrado como está a que su esposa le hable de las cosas más improcedentes en los momentos más inoportunos. Se quitó el abrigo, se sentó, con los brazos en el antepecho del palco, y dijo a su mujer:
-Parece mentira que aún no te hayas dado cuenta de los problemas que la competencia me trae en los últimos años. ¿Y qué he tenido que hacer yo? Ellos se compraron un Alfa Romeo y yo cambié en seguida el mío por un Porsche. Después ellos se hicieron construir una “torre” de veraneo en Premià y, al año siguiente, yo ya tenía una el doble de grande al lado de la suya. Ahora, él ha tomado una querida, ¿qué querías que hiciese?... Mira, Montserrat: la suya es aquella morena de la sexta fila con el vestido color granate… Y la mía es la rubia con collar de perlas, del segundo palco…
La señora Fallarons estudió a las dos mujeres a través de los prismáticos y dijo finalmente:
-Pues mira lo que te digo, Fallarons: me gusta más la nuestra.

(Guía Secreta de Barcelona. Josep María Carandell. Editorial Al-Borak. 1974)

Lucas Quejido.

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